Históricamente, la figura del entrenador se ha visto como un ente alejado de la plantilla que está para dirigir al equipo y levantar la voz cuando es necesario. No es cierto, nada más alejado de la realidad.

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Un entrenador o entrenadora debe saber cuándo exigir y hasta qué punto, así como cuándo acercarse al futbolista y cuándo dejarle su espacio. No es fácil obtener el respeto de una plantilla que se empeñará en retar día tras día al entrenador o a la entrenadora, pero es un toma y daca que debemos aceptar, ¿por qué? Porque de la misma manera que una plantilla exige al entrenador, ese entrenador exige a cada miembro de la plantilla. Se retroalimentan y se hacen crecer de la misma manera.

Un aspecto que no debemos olvidar es que la principal figura del cuerpo técnico ostenta un puesto de poder. Estar en una situación elevada hace que se nos mire de otra manera, que lo que digamos o hagamos sea juzgado pero también que cada consigna que demos sea acatada.

Pero hay un detalle que no debemos olvidar, entrenamos a personas y las personas, aparte de pensar, sentimos. Un entrenador o entrenadora debe ser capaz de gestionar las emociones de cada jugador o jugadora. No es una tarea fácil pero es esencial manejar cada carácter y cada personalidad. Debemos dominar esta característica o faceta ya que será un claro exponente del grupo que tenemos. Debemos ser capaces de, con tan sólo mirar a nuestros jugadores y jugadoras, saber cómo están y conocer la manera de acercarnos, estar disponibles para hablar y que vean en nosotros aquella figura en la que confiar. No es una tarea fácil pero sí esencial para garantizar la buena salud del equipo.

charla-tecnica - Rubens Valenzuela, Preparación Física en el Fútbol

A medida que avanzan en la lectura de este artículo, pueden llegar a pensar que la teoría es fácil pero que todo esto hay que llevarlo a la práctica. Bajo mi punto de vista, avalada por la experiencia, puedo afirmar que la práctica es mucho más fácil que la teoría, ¿por qué? Porque todas las personas necesitamos que nos escuchen, que se interesen por nuestro estado de ánimo o que nos ofrezcan una mano amiga cuando más la necesitamos y cuando menos lo manifestamos. Los jugadores y jugadoras no son piezas de ajedrez que movemos a nuestro antojo, utilizamos hasta que sean servibles y luego tiramos como inútiles enseres. Son personas que cuando pasan por determinados momentos personales, manifiestan todo lo que sienten en su juego. Por sus botas, pasan sus frustraciones. Un entrenador o entrenadora que no sea capaz de identificarlo, no merece este título. Con solamente acercarnos a la jugadora y ofrecerle nuestro apoyo, seremos capaces de dar alas a quien no tiene fuerzas para correr. Simplemente se trata de empatía. Un jugador no lucha solamente por ganar un partido, también lo hace por un escudo, un club, unos compañeros y una entrenadora. Esto tenemos que tenerlo en cuenta. Si suspende un examen, no lo podemos aprobar por él o por ella, pero sí podemos hacer que se sienta mejor simplemente escuchándola. No debemos darle todas las soluciones, debemos dotarlos de herramientas para que las encuentren.