Quiero hablar de situaciones que he vivido durante el fin de semana en diferentes campos de fútbol; bueno, en realidad, llevo mucho tiempo viviéndolas (no en partidos arbitrados por mí, pero sí como espectador), y muchas otras personas me hablan de lo mismo.

En un partido de infantiles, escuché a espectadores gritando “gilipollas”, “me cago en tus muertos”, e incluso a un padre pidiendo a su hijo que golpease a un jugador rival. Hay un protocolo de actuación contra la violencia verbal y sé que el árbitro estaba escuchando todo (me lo dijo al final del partido). Pero no se toman medidas. Y esto sucede con frecuencia.  ¿Para qué se dice que se van a suspender los partidos en caso de violencia verbal si luego no se hace?

Árbitros jóvenes e inexpertos viven este tipo de situaciones y no toman medidas, y lo entiendo. Pero las federaciones saben perfectamente en qué campos y con qué equipos hay más posibilidades de que pasen estas cosas. Entonces, ¿por qué, aunque sea en algunos partidos, no hay delegados federativos que ayuden a los árbitros a actuar en caso de violencia? Incluso que tengan la potestad de decir al árbitro: “No te preocupes; yo sé que tú no estás preparado para tomar la decisión de suspender el partido y enfrentarte a esta multitud, pero yo la tomo por ti. Se acabó el partido”.

En otro partido, un espectador insultó a un árbitro veterano y este se le quedó mirando, pero tampoco paró el juego.

Hay un protocolo de cara a la galería, pero, en realidad, salvo algunas excepciones, no hay nada. Nos estamos cargando, no sé si otros deportes, pero el fútbol base desde luego.

 

El año pasado, cuando se hicieron virales mis vídeos hablando con jugadores, entrenadores y padres antes de cada partido, la Real Federación Andaluza de Fútbol y su Comité de Árbitros podrían haber aprovechado la repercusión mediática para iniciar un movimiento sincero y decidido en pos de un fútbol base verdaderamente educativo y libre de violencia. Sin embargo, en vez de eso, en vez de apoyarme, me fastidiaron todo lo que pudieron. Y este año han implantado un protocolo en algunos partidos (muy pocos) benjamines y alevines, según el cual el árbitro lee un manifiesto. Ellos saben que leer tiene mucho menos impacto que hablar. Saben que es algo que el árbitro no está sintiendo porque no le sale del corazón, no es suyo ni de los demás protagonistas del partido. Saben que es un mensaje que no está llegando a la gente, que no está sirviendo para nada o casi nada. Pero solo les interesa hacerse la foto. Es muy triste.

 

Vamos a trabajar contra la violencia, pero vamos a trabajar de verdad; vamos a implicarnos.