Fernando Torres muestra la camiseta conmemorativa
de su gol 100 (Foto: ole.com.ar)
Ahora que Fernando Torres ha marcado ese esperado – no sé si más por él, por la prensa o por los aficionados-  gol 100 con la camiseta del Atleti (gol que ha supuesto un oasis dentro de esa especia de travesía del desierto que está viviendo el delantero en su regreso al Calderón), creo que es el momento adecuado para recordar un hecho en el cual parece reparar muy poco la prensa y el aficionado medio: aquella lesión de rodilla que sufre pocos meses antes del Mundial de Sudáfrica en 2010.

Para cualquier espectador mínimamente objetivo, la carrera de Fernando Torres se divide claramente en dos episodios muy bien diferenciados. El primero de ellos, majestuoso y con titulares dedicados cada fin de semana. El segundo, gris e irregular, con un rendimiento y unas cifras goleadores muy lejos de su máximo nivel.

Forman parte del primero los cinco años en el Calderón (si hablamos sólo de Primera División), donde fue casi la única ilusión de una afición que no acababa aún de asimilar que su equipo, grande en otros tiempos, acababa de volver se Segunda División y malvivía en Primera, y los tres años y medio del Liverpool, donde, cifras y distinciones al margen (brillantes, por mucho que la mayoría los menosprecie), sería el gran ídolo de la afición de The Kop. Y componen el segundo los tres años y medio en el Chelsea (tras un millonario traspaso en el mercado de invierno de la temporada 2010/11), los meses en el AC Milan y el año transcurrido desde su regreso al Calderón.

Fernando Torres, durante los brillantes años en Liverpool
(Foto: theguardian.com)


¿Y entre medias? Entre medias, las lesiones; una, en particular. Resulta curioso que un jugador dedicado enteramente a su profesión, un ‘profesional’ en todo el sentido de la palabra, que se ha cuidado y al que no se le ha conocido exceso alguno, haya tenido tan mala suerte en ese aspecto. Pero, entre todas ellas, la que sufriese el 2 de Abril de 2010, en un encuentro de cuartos de final de la Europa League frente al Benfica en Anfield, puede haber marcado el resto de su carrera. Dice el propio protagonista que “se lesionó en el minuto 2 de aquél partido, jugando lesionado 85 más” y que «si hubiese pensado en el Mundial, no hubiese arriesgado en ese partido”.

Y puede que lleve razón. Pero tampoco podemos abstraernos del hecho de que su recuperación camino del Mundial fue un tanto apresurada y que su carrera  sufre un notable bajón desde ese momento,pese al traspaso al Chelsea pocos meses después. Cierto es que en Londres jamás encontró su lugar, y mucho menos en Italia, pero Simeone, cuando pidió expresamente su incorporación, confiaba en poder recuperarlo. Y, desgraciadamente, los hechos parecen demostrar que no ha sido capaz.

Dicen que el protagonista de esta historia reconoció a sus íntimos que sabía que, por jugar ese Mundial, arriesgaba 3 o 4 años de carrera. La verdad, sólo la sabe él, sus íntimos y sus médicos. Pero su rendimiento de un tiempo a este parte avala ese rumor. ¿Comprensible? Seguro: nada puede haber más grande para un futbolista que ser campeón del mundo con tu país. ¿Triste y frustrante? También.