Vía futbol.as.com |
El Valencia CF emplea un estilo de juego bastante definido de presión alta, salida rápida en contraataque y finalización casi eléctrica. En esa manera de jugar, un jugador de las características de Álvaro Negredo tiene difícil encajar. Él es un delantero que vive en el área, con recursos fuera de ella pero letal en su interior. No es un delantero de contraataques, de transiciones rápidas. Su mayor ventaja la saca en las cercanías del punto de penalty, combinando tanto de cara como de espaldas a la portería. Buen rematador de cabeza, con buena capacidad de desmarque y gran fajador con los defensas centrales, quizá se le esté pidiendo que sea lo que no es, un jugador que busque el espacio, los desmarques de ruptura, que tenga la velocidad como principal característica. Ha sido útil en ataque posicional, ha aportado su peso específico en el vestuario, ha atraído a los centrales para que Parejo y André Gomes lleguen más liberados desde segunda línea, aunque su aportación goleadora hasta ahora está muy lejos de la que venía siendo en todos sus anteriores equipos.
Nuno Espirito Santo anunció la llegada de una bomba al seno valencianista tras su primera victoria liguera en Mestalla, allá por el mes de agosto de 2014. El nuevo propietario era el mesías y todo se perdonaba a un entrenador recién llegado y que empezaba a dar resultados a su nueva parroquia. Las cosas han cambiado mucho desde aquel momento. Su ruptura con Salvo y Rufete y la salida de éstos del club lo ha convertido, por arte de birli birloque, de héroe a villano. Esto, unido al mal comienzo de liga, ha hecho caer en picado la popularidad del técnico luso entre la parroquia, sufrida pero fiel, valencianista. Cabe decir en su defensa que pese a esta disputa, Negredo fue titular en el principio de temporada, lo que hace evidente que no le han faltado oportunidades al gran delantero vallecano aunque, como ya dijimos anteriormente, salvo en el golazo de la previa de Champions, su eficacia goleadora dista mucho de ser la que debería en un delantero de su coste, prestigio y trayectoria.
Lo normal en una guerra es que gane uno de los dos bandos pero en esta no será así puesto que los dos ya están perdiendo. El delantero porque no juega, no marca y se devalúa a cada semana que el conflicto se prolonga. El entrenador porque no le saca provecho a uno de los más valiosos activos de su plantilla y porque los resultados ya no son el paraguas que le protege de la lluvia de críticas.