A esos padres por hacernos vivir con luz en los ojos. A esos por hacernos levantarnos cada día aferrados a una pasión. A esos que nos enseñaron a vivir el fútbol. A sentirlo, a sufrirlo, a quererlo. A esos que nos hicieron futboleros, pero no cualquier tipo de futboleros. De esos que se levantan cada día esperando el día del partido. De esos que ahorran durante meses para poder ver un encuentro. De esos que se privan de algo o de mucho para conseguir su abono. De esos que pierden horas dedicándolas a su equipo. De esos que sueñan con estar en una gran final. Esos que se dejan la garganta cada fin de semana, cada día de partido y que animan cada vez que hay que hacerlo a su equipo cuando hay días que necesitan que les animen a ellos. Esos que gritan con un gol, que sufren con un penalti y que sueñan con una remontada. Esos que lo pasan mal con un partido, que se ponen de rodillas frente a la tele, que se tapan los ojos para no ver el desastre, que se comen las uñas en esos días difíciles y que no quieren ver a nadie ni que nadie los vea cuando algo está saliendo mal. Esos que lo viven como una parte de su vida, una parte fundamental, que lo viven como su pasión. Porque las pasiones no se tocan, las pasiones se disfrutan. Gracias a vosotros por hacernos así, por dejarnos esta herencia, por hacernos sentir estas emociones con un deporte que nos hace estar arriba y abajo, en el cielo y en el infierno. No todos entienden esta manera de vivir el fútbol son muchos los que lo consideran un exceso. Para todos ellos les digo que hay no hay nada como ese exceso que nos mantiene vivos e ilusionados cuando todo lo de alrededor esta torcido. Que no hay nada como estar unido con millones de personas por un mismo sentimiento Nada como sentir este sentimiento, sí el fútbol es sentimiento, un sentimiento grandísimo que pocos conocen pero nosotros los que lo sentimos damos las gracias cada día por ello. No hay nada como compartir una manera de ver la vida y de sentirla. Una vida que no se concibe sin ver un balón rodando o sin ver a una afición gritando. No hay nada como que se paralice el mundo durante 90 minutos.