Recuerdo un viejo anuncio de cocacola que retrataba muy bien la singularidad de ser portero de fútbol.Es un jugador diferente. Su mejor partido es aquel que termina sin goles, su partido ideal aquel en el que casi ni se le nombra y los niños en el recreo se pelean por no jugar en su posición.
En los últimos años, por la indudable influencia de las rotaciones en la porteríade Pep Guardiola y posteriormente de Ancelotti, hemos visto como el puesto de portero pasaba a tener la misma categoría que la de un central o un delantero, puede jugar uno diferente cada partido. Los pros y los contras de este tipo de decisión lo saben ellos mejor que cualquiera de nosotros. Sin embargo, poniendo el ojo en el ángulo ciego de los expertos, podemos decir que la portería es una cuestión de Fe. La técnica, la táctica y casi el físico se quedan a un lado cuando el delantero encara, entonces la intuición es el arma a utilizar. La decisión rápida marca la diferencia entre el éxito y el fracaso. Y la decisión rápida es una cuestión de automatismos, de actuar sin pensar. Es una cuestión de confianza.
Cuando esa confianza se pierde, entran las dudas y ya no se actúa de forma automática, las decisiones se ralentizan y generalmente eso lleva al error, al llegar tarde y a la pitada de la grada. Se pierde la Fé y no parece haber una explicación racional.
Casillas es, a día de hoy, el ejemplo más claro. Le miras a la cara y ves sus dudas. Lux tampoco estábien en el Depor y detrás de ellos viene gente empujando fuerte.

Si yo fuera entrenador no sembraría dudas. La confianza es el arma más poderosa en la portería. En cuanto esas dudas aparecen se contagian partido a partido y se transmiten al resto del equipo. Se palpan en los córners, se sienten en las cesiones y se perciben en la cara de la afición.

Lo de Casillas y lo de Lux no son errores puntuales, son dudas. Sus porterías se hacen grandes a sus espaldas. Han perdido la Fe y es por esto que Fabricio y Navas deben tener su oportunidad.