Toda copa debería tener una final. Esta idea aceptada como algo normal o lógico dentro del mundo del fútbol, no fue aplicada en el Mundial de 1950 el cual no tuvo realmente una final (como mucha gente piensa erroneamente), y que sin embargo tuvo el mayor clímax que ha podido vivir cualquier torneo de fútbol. Esto fue debido al extraño formato del torneo el cual determino que los 13 equipos participantes se repartirían en cuatro grupos (de los cuales uno de ellos estaba formado por tan solo dos equipos) de los cuales solo pasaría a la siguiente ronda el campeón de cada grupo. Finalmente, los cuatro líderes de grupo jugarían un grupo final en donde el que quedara primero sería nombrado campeón. Brasil y España consiguieron quedar líderes de los dos grupos de cuatro equipos, Suecia el grupo de tres equipos, y finalmente, Uruguay, llegó a la ronda final tras vencer a Bolivia en el incomprensible grupo de dos equipos.
La fase final comenzó con Brasil aplastando a Suecia por 7-1 mientras España lograba el que iba a ser su único punto de esta al empatar a uno con Uruguay. En la segunda jornada Brasil mantuvo su gran nivel y volvió a lograr una goleada ante España por 6-1. En el otro partido Uruguay consiguió remontar un 1-2 en contra para obtener los dos puntos que le hacían depender de si mismo en la última jornada. Sin embargo, el empate del primer partido suponía un lastre para Uruguay que necesitaba ganar a la anfitriona en su nuevo y gigantesco estadio, el legendario Maracaná.
Aunque entrenador y jugadores no quisieron mostrar ningún exceso de confianza, en el país se vivía un ambiente de euforia. La gente estaba convencida del triunfo de su selección y en caso de catástrofe, de que al menos lograría un empate que le diera el título. Con 173.850 personas (y quien sabe cuantas mas no contabilizadas) empujando a su selección, Brasil salió al ataque. Uruguay consiguió aguantar el arreón brasileño gracias al gran trabajo de Varela y Andrade en defensa y sobretodo, el de Máspoli bajo los palos logrando ganarle hasta un mano a mano a Ademir, el jugador mas letal de la competición. Uruguay trato de atacar por primera vez en el partido, pero lo único que pareció lograr fue enfurecer a Brasil que volvió a atacar con mas fuerza golpeando al poste de la portería uruguaya y obligando a Máspoli a realizar mas heroicidades. No fue hasta la segunda parte cuando la muralla charrúa cayó, cuando Friaça apareció a toda velocidad por la banda izquierda para disparar y marcar.
Brasil jugaba en su estadio, iba ganando y el empate le valía, ¿cómo podían perder? Sin embargo Uruguay, aunque había sido dominada, había tenido las suficientes ocasiones de gol para darse cuenta que los brasileños no eran intocables. Los atacantes uruguayos se lanzaron al ataque y el guardameta brasileño, Barbosa, tuvo que empezar a hacer paradas de mérito como la que realizo ante un cañonazo de Pérez. Brasil tenía la oportunidad de sentenciar el partido a la contra, pero apenas contaron con ocasiones y Andrade consiguió alejar el balón del charrúa. Finalmente Varela se la dio a Gigghia, este centro a un desmarcado Schiaffino que batió a Barbosa en un uno contra uno. Brasil sacó de centro, pero las fuerzas se les había ido y el miedo se apoderó de ellos. A los 34 minutos de la segunda parte Ghiggia se la paso a Pérez, este avanzó y se la devolvió a Ghiggia que corrió hacia la pelota y la estrelló contra la red. Uruguay ganaba 2-1 y una hundida selección brasileña no fue capaz de inquietar al guardameta uruguayo. Con un estadio en estado de shock el árbitro pitó el final y Uruguay ganó su segunda Copa del Mundo veinte años después en el escenario mas inimaginable posible.