Pocas ciudades se pueden descubrir y visitar en el mundo como Buenos Aires. La capital argentina encierra un confín de estilos marcados por la inmigración, entre otros, de los españoles que maleta en mano cruzaron el charco durante el franquismo. Mientras los «gallegos» tomaban un camino inevitable de huída, un veinteañero, ya de entradas prominentes, tomaba el camino a la inversa. Alfredo Di Stéfano no conquistaría Madrid directamente desde Argentina, ya que su paso por el Millonarios de Colombia fue el trampolín perfecto (tras su paso por River y Huracán) para que Santiago Bernabéu le llamase a filas, a un club que llevaba 20 años sin ganar la Liga española y en la que el FC Barcelona era absoluto dominador, cambiando el rumbo por completo en la hegemonía de nuestro fútbol y con un fichaje que, como no, ya trajo controversias entre ambos clubes. Corría 1953 y ya corría La Saeta.
«Marcar goles es como hacer el amor, todo el mundo sabe cómo se hace, pero ninguno lo hace como yo»
La historia de Alfredo Di Stéfano y el Real Madrid van de la mano, los jugadores se van y el escudo es lo que permanece, pero la figura del argentino fue la clave para que el Real Madrid sea lo que es hoy en día. El club madrileño sería irreconocible a los ojos de cualquiera sin él. La asombrosa creación, aunque fuera «nueva apertura», del argentino y Santiago Bernabéu es ahora vislumbrada desde el cielo, en compañía. La llegada de Don Alfredo al Real Madrid le dio al club blanco ocho de las siguientes diez ligas y las primeras cinco ediciones de la Copa de Europa, la mitad de las que disfrutó el Real en 58 años de historia de la competición. Sus 357 goles oficiales como blanco siguen siendo historia viva del madridismo.
«Un 0 – 0 es como un domingo sin sol»
Pocas cosas se le resistieron a La Saeta. Si él decidía jugar en dos campeonas del mundo diferentes lo hacía. Y así fue. Alfredo jugó con las selecciones de Argentina y España, con la magnífica paradoja de no jugar ningún Mundial con ellas. Argentina decidió no disputar los mundiales de 1950 y 1954, al del 58, en Suecia, España no se clasificó, y en el del 62 se lesionó en los partidos de preparación. France Football le condecoró en 1989 con el único «Super Balón de Oro» otorgado, ganando en las votaciones a Johan Cruyff y Platini.
«Me retiré a los 40 años porque mis hijas un día me miraron y me dijeron: «Papá, calvo y con pantalones cortos, no quedas bien»»
Desde hoy, tres días después de cumplir 88 años, Buenos Aires tiene un aliciente más de visita. A un buen asado y a un tango se une la ciudad que vio nacer al que siempre dijeron nuestros viejos que fue el mejor jugador de la historia. Nunca lo sabremos ya que la memoria, al igual que los cambios en el fútbol, son de movimiento rápido y frágil para el que se queda atrás en los tiempos. «Di Stéfano presionaba atrás al delantero rival, la robaba y la llevaba jugada hasta el área contraria para marcar gol». No está mal hacer caso a los mayores de vez en cuando, y el más mayor de todos, sea quien sea, seguro que ya lo tiene sentado en un lugar de privilegio a su lado.
Descanse en paz, leyenda. Descanse en paz, Saeta. Muchísimas gracias, Don Alfredo.