Todo empezó con un mensaje. El Caballero de armadura rojiblanca lo recibió

. Participaría en la nueva edición de las Arenas de la Uefa. Habrá gente que piense que no se lo merecía. No había sido su mejor año en la arenas nacionales, pero las armas hay que pagarlas. Era su torneo favorito, atrás quedaban los años en los que toda la Arena europea vitoreaba su nombre. Atrás quedaron los años de la grandeza, la casta y el coraje. Era una nueva oportunidad, y no la iba a dejar escapar.

Buscó su arma para las viejas gestas, aquella forjada con lágrimas de felicidad y sangre de sus enemigos. Se enfundó su armadura y partió hacia un viaje de fantasía. Pero no lo hizo sólo, consigo se llevo a miles de escuderos suyos con él, que le apoyarían hasta el final…
Allí se presentó, volvía a esa arena que tanto le gustaba. El calor del verano apretaba y su rival le esperaba. Un guerrero, el Crveni, su armadura roja procedente de Montenegro no le impuso temor alguno y en un duelo fácil, el Caballero Rojiblanco se deshizo de su contrincante sin complicaciones.
La historia iba a ser similar con su siguiente enemigo. Desde Polonia con su armadura verde a lo militar apareció el conocido como WKS, procedente de Breslavia. Pero volvió a ser otra batalla fácil para nuestro héroe. Había venido con un propósito y no se iba a detener ante el primer escollo.
A partir de este punto, la historia se complicaba. Las grandes historias que escuchamos de nuestros abuelos, no serían grandes si hubieran sido fáciles. Esta vez tenía un batalla masiva, pues cuatro curtidos  caballeros iban a luchar a muerte en la arena para lograr la victoria. Estos rivales ya no eran tan fáciles como los anteriores.
El Canário amarillo de Estoril, Modrobílí checo de Liberec y el germano Breisgau de Friburgo. Allí estaban esperando, el miedo de enfrentarse a un guerrero como el rojiblanco se les veía en sus ojos, pero eso no restaba dificultad. Y tras una larga batalla que pareció durar meses, el Caballero Rojiblanco alzó su espada proclamando su victoria. Era el campeón de esa batalla, pero todavía quedaba lo peor.
Un caballero esloveno era su nuevo rival, con un nombre impronunciable en su idioma, Štajerski ponos , era llamado el “Orgullo de Estiria”. Portaba una gran armadura púrpura. Y tras una batalla reñida en la que el Caballero Rojiblanco no podía atravesar a su rival, finalmente la persistencia lo hizo. Uno menos en el camino…
Tocaba la siguiente batalla, salió de nuevo a la batalla a por todas, pero nuestro caballero quedó petrificado. No podía creer lo que veía en sus ojos, una armadura verdiblanca relucía brillante en el centro de la arena, era su particular Caín, su hermanastro. El odio brotaba de los ojos de su rival, pues siempre había estado bajo una sombra rojiblanca, era la oportunidad de acabar con su eterno enemigo. Y con rabia y furia asestó los primeros golpes hiriendo vitalmente a nuestro héroe, éste cayó al suelo…
Pero de pronto escuchó a sus más fieles escuderos, aquellos que venían a morir por él y recordó que  él no luchaba SOLO. Una fuerza mágica lo invadió. Los gritos de apoyo levantaron su espada y luchó como pocas veces lo ha hecho. Daño a su enemigo, pero el no podía parar de luchar y tras un largo combate finalmente atravesó a su hermanastro. Cuando el Caballero Verdiblanco yacía, nuestro héroe le dijo:
“Tú luchas por el odio que me tienes, yo lo hago por el amor de mis fieles”.
Y allí se quedó nuestro caballero, esperando a su nuevo rival mientras agradecía a sus escuderos todo el esfuerzo que habían hecho. De pronto un rugido silenció toda la arena, su siguiente rival no iba a ser humano…
Un gigantesco Dragón Azul de Oporto apareció en la arena. Su fuego arrasaba todo a su paso. El Caballero Rojiblanco se lanzó a por él pero un zarpazo de la fiera lo estrelló contra una columna, conmocionado, se refugió tras esta. No sabía que hacer. De pronto el enorme Dragón Azul empezó a escupir fuego, la columna se empezaba a derretir pero el Caballero no sentía el calor del fuego. Y como por arte de magia se levantó y camino hacia el Dragón. Se perdió en su fuego y sólo se escucharon los posteriores gritos de un dragón dolorido. El fuego desapareció mostrando al Dragón Azul muerto y la espada de las viejas gesta cubierta con su sangre. Pues la armadura rojiblanca era inmune al fuego de dragón.
Ya quedaba menos para alzarse campeón, un rival más y estaría en la final. Su nuevo rival era un viejo conocido de su propio país, un enorme Murciélago Negro de Valencia. El combate comenzó y muy rápido el Caballero Rojiblanco atacó a la temible bestia. La hirió gravemente, pero no la remató….
De repente una nube de murciélagos se abalanzó sobre los escuderos rojiblancos en las gradas, el Caballero lo veía atónito, quieto, sin moverse. En esos segundos el gran Murciélago Negro aprovechó para morderle. Se acabó…
Ya era tarde, el veneno corría por la sangre de nuestro guerrero, poco a poco veía como no podía moverse y le fallaban las fuerzas. Uno a uno los golpes del Murciélago se sucedían, hasta que el Caballero Rojiblanco cayó tendido al suelo. Allí yacía desarmado esperando su ejecución.
El Murciélago Negro apretaba el pecho del caballero mientras se codeaba con su gente. A nuestro Caballero ya no le quedaban fuerzas, intentaba recuperar su espada, esa de las grandes gestas. Alargó su brazo pero no llegaba, no podía más. De pronto un reflejo de su mano le iluminaron los ojos, era su Tercer Anillo, aquel forjado con diamantes. La fuerza le inundó y con un derroche físico bruta se quitó al gigantesco Murciélago Negro de encima cogió su espada mítica y asestó el golpe definitivo. El Murciélago no se lo creía veía como su vida pasaba igual de rápido que su oportunidad pérdida.
Con lágrimas en los ojos y con el cuerpo herido, el Caballero Rojiblanco se marchó a descansar. Lo había logrado, ya estaba sólo a un paso de coronarse campeón de nuevo. Había sido fiel a sus principios pues de él comentaban:
“Dicen que Nunca se Rinde”.
Su último rival es la gloriosa Águila Roja de Lisboa. Va a ser la batalla más difícil has ahora pero recordad que nuestro Caballero Rojiblanco  piensa:
“He venido aquí con un propósito y os aseguro que lo voy a cumplir”.

Fdo: Ito Feriche