En la víspera de la final de la Champions que va a enfrentar a los dos grandes equipos de la capital Real Madrid y Atlético de Madrid, todo parece girar en el Madrid futbolístico en torno a sus aficionados, llamados popularmente Vikingos e Indios. Pero en la capital de España, y más concretamente en uno de sus barrios más populares, aparece un nuevo grupo de locos por el fútbol, que ni visten plumas, ni cuernos en sus cabezas. Estamos hablando de la vida pirata, de los bucaneros, corsarios y demás rufianes de todos los mares que combinan los colores de las otras dos grandes «tribus» el blanco cruzado por una franja roja que atraviesa sus pechos hasta instalarse en sus corazones. Estos sufridos marineros que cada 15 días se citan en el estadio de Vallecas para animar a su equipo el Rayo Vallecano, puede que no sean tan numerosos como madridistas o atléticos, pero les discuten y muchas veces superan el título de afición más ruidosa y comprometida con su equipo, al que nunca abandonan en situaciones difíciles y reman con ellos en la misma dirección para dejar atrás las tormentas.
La travesía liguera de este año ha sido difícil, en los primeras jornadas de navegación el equipo tenía varías fugas de agua que eran imposibles de reparar y que parecían llevar a la nave a pique, a ser remolcada hasta un puerto de «segunda». El capitán de la nave, Paco Jémez, de rasgos duros y talante serio, no daba su brazo a torcer e insistía en seguir los planos de la ruta que él había trazado para llevar a su embarcación al buen puerto de la permanencia. A la mitad de la travesía se produjo un hecho fundamental, la llamada a todos los piratas rayistas para reparar el rumbo del equipo, y en perfecta camadería con el capitán Jémez y el resto de la tripulación (jugadores) los grumetes de las gradas pusieron todo su entusiasmo para que sus héroes de todos los mares pudieran encadenar victoria tras victoria contra rivales llegados de todos los puntos y puertos del país hasta llegar a una placentera travesía en las últimas jornadas de la liga, sabiendo que arrimarían al puerto elegido (la permanencia)
Este espíritu pirata se pudo ver en la seguridad atrás con los piratas Rubén, Gálvez, Ze castro, Arbilla o el veterano corsario del este Rat reclutado a mitad de travesía liguera. El timonel Trashorras supo llevar la embarcación en todo momento, ayudado por el grumete Saúl (llamado a bregar en embarcaciones mayores). Prestos al abordaje estuvieron siempre Rochina, Lass, Bueno, Viera o Falque, tan rápidos y habilidosos que las defensas de los barcos abordados apenas podían contenerlos. Y manejando el cañón el ídolo de la afición, Joaquín Larrivey, cuyo rostro no puede ocultar su condición pirata. A cada batalla ganada se sigue en Vallecas el ritual de entonar la canción del pirata, aquella que dice que la vida pirata es la vida mejor, además de varios cánticos y bailes bucaneros a los que se unió siempre la tripulación. Es por eso que somos del Rayo, pudiendo ser de otros equipos. Y es que como dice Sabina (conocido indio pero sin duda simpatizante pirata)»de entre todas las vidas yo escojo la del pirata cojo de pata de palo, de parche en el ojo con cara de malo..»