El Inter de Milán, único equipo de la liga italiana que nunca en la historia de la competición ha descendido a la Serie B, está pasando por una negativa racha de resultados y títulos que viene dada desde el glorioso triplete conquistado con el portugués José Mourinho a la cabeza.
Quitando la Copa de Italia del año 2011 que logró con Leonardo como entrenador, la progresión del equipo desde la propia salida de Mourinho del banquillo ha sido un declive constante. No se ha logrado ningún título, ni han cesado de pasar entrenadores de distinto estilo por el club, y lo que es peor no se ha logrado una plantilla lo suficientemente competitiva en relación a sus máximos rivales italianos (por no decir los europeos).
Creo que en ello está la clave de dicha situación, en una mezcla de falta de planificación y de combinar adecuadamente el factor entrenador-jugadores que tan relevante es en el funcionamiento de un equipo. Viendo la plantilla del Inter año a año desde el 2010, con aquella delantera eléctrica que comandaba Samuel Etoo con Diego Milito a su lado metiendo goles a diestro y siniestro, acompañados de la nueva estrella Balotelli o de jugadores como Sneijder o Maicon de los cuales Mourinho supo sacar el máximo, como suele hacer allá donde va, es difícil de entender por qué no se compensó la marcha de algunos de éstos con jugadores de igual o mayor índole siendo uno de los equipos más poderosos de Europa tanto en proyecto deportivo como en lo económico por aquel entonces.
El club contó con los servicios de Benítez (que duró 17 jornadas), de Leonardo (que finalizó esa temporada y se fue al PSG en verano), de Gasperini (4 jornadas al cargo), de Ranieri (que tampoco acabó la nueva temporada) y de Stramaccioni (que sí completó la 2012/13 pero dejó al club por primera vez en 14 años fuera de puestos europeos), antes de firmar al actual entrenador Walter Mazzarri. Estos datos evidencian una escandalosa inestabilidad, combinando experiencia con jóvenes entrenadores, fútbol de toque con “catenaccio”, fichajes frustrados como Forlán o Zárate, jugadores que no cuajaron como Coutinho, o promesas que no han acabado de despuntar como Ricky Álvarez.
Con todo, Mazzarri tenía una difícil empresa al tomar los mandos de este barco el pasado verano. El italiano se encontró con una plantilla mediocre y tampoco recibió fichajes de renombre que le pudieran ayudar en su objetivo de realzar al equipo. A pesar de la garra de Guarín apoyada con la llegada de Hernanes el pasado mercado invernal, de la calidad que atesora Handanovic como guardameta, o las ganas que le pone Rodrigo Palacio en punta, lo cierto es que el equipo sigue dejando mucho que desear. Los rumores a estas alturas de la temporada son de otro posible cambio de técnico, pero desde mi punto de vista no es culpa de Mazzarri sino de un escaso proyecto deportivo. Actualmente el puesto en liga es 5º con la única aspiración de llegar a la 4ª plaza, y sufriendo porque los equipos de atrás vienen muy fuertes para desbancar a los “neazzurri” de los puestos de Europa League.
Otro ejemplo del análisis realizado es la nueva incorporación del Inter para el verano que viene, anunciada hace escasos días: Vidic. Central del Manchester United que, a pesar de su indudable calidad y renombre, es otro jugador venido a menos hace más de una temporada y que no va a sumar en exceso a los intereses del club. Se echan en falta aquellos fichajes como Ibrahimovic, Ronaldo, Adriano, Figo, Recoba, Verón… jugadores que sí eran de la talla de un grande como el Inter y llevaron al conjunto lombardo a lo más alto.
Puede valer como excusa la inestabilidad institucional, la reciente venta de la mayoría de acciones del club por parte de Moratti a Erick Thohir y la toma de presidencia por parte de éste, pero el Inter de Milán está tomando un rumbo peligrosamente mediocre que puede dejar de convertirlo en un equipo competitivo de verdad, para dejarlo en segunda línea. Y eso es algo que un equipo histórico como “Il Biscione” no se puede permitir.
Néstor Linares (@NestorLinares46)