«A veces en el fútbol hay que marcar goles»

              Thierry Henry, ex-gunner Invencible.

Si, queda Premier. Si, debe ser un fastidio para el seguidor gunner que cada vez que tu equipo se pega la leche te recuerden al jodido Arsenal de los Invencibles. Pero todos tenemos escasa memoria y olvidamos que el fútbol nace, crece, muere y regresa a la vida como si tal cosa, en una espiral cíclica que pasa de equipo a equipo en una alternancia de gloria para unos y derrotismo para otros.

Allá por la temporada 1887/1888 (cuatro días como quien dice) uno de los decanos del fútbol inglés, el Preston North End, logró la hazaña de permanecer 42 partidos consecutivos sin conocer la derrota (cayó 2-1 contra el West Brom en la final de la FA). Constituído el campeonato liguero inglés, el Preston se hizo con una liga que dominó por completo sin caer derrotado (18 victorias y 4 empates) y donde dejó a su perseguidor, el Aston Villa, a 11 puntos. Y se llevaron la FA contra los Wolves sin encajar ningún gol. Cosas de la historia del fútbol, el Preston North End se ganó el apodo de Los Viejos Invencibles.

Hubo que esperar 115 años para ver algo parecido. El punto de inflexión fue aquella dolorosa derrota contra mi querido Leeds United y la posterior goleada al Southampton para que emergiera un equipo de leyenda. Aquel en el que Bergkamp, Pirès, Ljungberg o el gran Thierry Henry campaban a sus anchas. El Arsenal de los Invencibles se mantuvo 49 partidos sin perder.

La racha la rompió el Manchester United. El último título: la FA Cup de 2005.
Se fueron unos jugadores y llegaron otros y Wenger continuó en el banquillo, arengando a sus jugadores y resignándose una y otra vez a ver como los trofeos se le escapaban de las manos. Alternando un juego preciosista con bajones preocupantes y desesperantes para el aficionado. ¿Qué ocurrió?

En realidad ocurrió todo y no ocurrió nada. El fútbol, acostumbrado a esos arreones cíclicos parece que no quiere retornar a las manos del Arsenal.
Siempre dije (y lo sigo manteniendo) que la eclosión del FC Barcelona en el panorama futbolístico (entiéndase técnico y táctico) lo elevó a la gloria y, a la vez, mató el debate y el entendimiento del fútbol fuera de todo lo que no fuese jugar como el Barça. El fútbol, como tal, había muerto. Larga vida al fútbol.
Había que moverse como el Barça, había que atacar como el Barça, había que defender como el Barça, había que tocarla como el Barça. En definitiva, había que ser el Barça.

Y seamos justos. Por más que se comparara al Arsenal con el Barça, el Arsenal nunca llegó a ser el Barça. Similar en algunas fases de su juego si. Pero nunca igual. Quizá Wenger cometió el error de creerse aquella comparación y lleva muchos años pagándolo.

Derrotado por el Bayern de Guardiola y enfrentándose a su particular Everest de la temporada, los gunners se abrazaron al bálsamo de ganar 4-1 al Sunderland. Pero el Stoke les devolvió a la cruda realidad. Una derrota contra el Liverpool (dolorosa derrota), un empate a cero contra el United y en el horizonte un calendario de órdago.

La derrota contra el Stoke vuelve a despertar viejos fantasmas. Aunque no son tan viejos. A cuatro puntos del líder (y con el Manchester City con dos partidos menos), el Arsenal vuelve a enfrentarse al abismo con la misma sensación de vértigo que ha demostrado en las últimas temporadas. Y vuelven a sonar los ecos de aquellos Invencibles.

Con el sol por bandera en Craven Cottage, Mourinho y los suyos visitaban al Fulham. A partir de ahora, todos sus partidos serán algo parecido a una final. Si es que no son finales.
El partido comenzó cuando a Hazard le dio la gana. Desaparecido en la primera parte, el belga decidió jugar en la segunda. Resultado: dos asistencias para Schürrle, que terminó el partido con un hat-trick (el tercero a pase de Fernando Torres). Consecuencia: tres puntos más para aguantar arriba a la espera del City y con el Liverpool dando guerra.

Porque el Liverpool se ha creído su propia historia. Mientras hay vida, hay esperanzas. Y de momento hay vida. Tras la increíble victoria contra el Swansea por 4-3, los reds visitaban St. Mary’s para enfrentarse a los Saints de Pochettino. 0-3 y a cuatro puntos del líder, con el primordial objetivo de asegurar una vuelta a Europa por todo lo alto pero con el sueño de pelear esta Premier hasta el final.

Pero el Manchester City fue el protagonista absoluto de la jornada. Y junto a él, el Sunderland de Poyet que aún luchando contra el descenso de categoría se ha marcado un torneo de Capital One Cup para admirar. No les bastaba con eliminar al Chelsea y al Manchester United. Se presentaron en Wembley y durante buena parte del partido le plantaron cara al City. Sombrerazo.

Poyet lo tenía claro. Apuntalar el centro, presionar, robar y atacar. La primera en la frente. Borini abría el marcador con astucia y con la ayuda del enésimo fallo defensivo del City. Tuvo cerca el segundo, pero entonces si estuvo atento Kompany que logró atajar el balón.
Y lo que tiene el fútbol. O más bien el talento. El City dio la vuelta al marcador en un abrir y cerrar de ojos. Primero Yayá Touré con un increíble gol (Yayazo) que ponía las tablas y después Nasri, de nuevo recuperado para la causa.
La afición de los black cats arropó a su equipo tras el jarro de agua fría, y el equipo, lejos de amilanarse buscó el empate que cerca estuvo de conseguir. Hasta que Jesús Navas les devolvió a la realidad y sentenciaba la final. 3-1 para el Manchester City que logra así su primer título de la temporada, primero para Pellegrini en Europa.

Álvaro Ramírez
@YoSeDeLaPremier