Salvo debacle o hecatombe de alguno de los contendientes, esto promete emociones fuertes hasta el final. Alabada sea la Premier, pues.
La nueva jornada liguera trajo el empate del West Brom de Mel ante el Liverpool y una nueva victoria del West Ham del siglo XIX.
La tripleta del Southampton le endosó tres al Fulham y los de Sherwood no pasaron del empate a uno frente al Hull. Soldado sigue en paradero desconocido, por cierto. Ponganse en contacto con la web si tienen noticias suyas o pueden aportar algo de información.

Los gunners hicieron su trabajo contra el Palace. Esto es, recuperaron el liderato. Fue otro partido soso e insulso en el que los de Tony Pulis pusieron en aprietos al Arsenal durante la primera parte y donde los de Wenger se acabaron llevando el gato al agua cuando espabilaron un poco y gracias al acierto de Oxlade-Chamberlain que hizo doblete.

Apagada la algazara y los fuegos artificiales tras el debut de Mata, asistimos a una nueva derrota del Manchester United. Esta vez contra el Stoke. El fichaje del español no ha logrado tapar las carencias de un equipo que vaga por el campo como alma en pena y que es incapaz de proponer algo medianamente decente en el terreno de juego.

Pero la mayoría de las miradas del planeta fútbol estaban puestas en el tremendo duelo que enfrentaba al Manchester City contra el Chelsea. Pellegrini contra Mourinho. La ofensiva demoledora contra la seguridad y la contundencia atrás. Los espectaculares números del City contra un Chelsea que se siente en su salsa en los grandes partidos. Se gusta, se quiere y, de vez en cuando, se lanza besos.
Mourinho se comió tácticamente a Pellegrini. Por consiguiente, el Chelsea convirtió al City en un equipo del montón, que decepcionó y cuyo potencial ofensivo se fue, prácticamente, al garete.

Salieron los citizens a comerse el mundo. Un mundo que olía la goleada a kilómetros. Pero no ocurrió nada. Un par de arreadas al comienzo y adiós muy buenas. El Chelsea jugó como un equipo los 90 minutos. Los 90 minutos y los minutos de prolongación. Como le gusta al portugués.
Diez minutos tardó la pareja Matic-David Luiz en entrar en calor y cuando lo hicieron, el engranaje mourinhista comenzó a funcionar a la perfección. Desvanecido Yayá Touré, gris Negredo (que fue cambiado por Jovetic) y encomendado el City a alguna genialidad de Silva o Navas (porque a Dzeko se le olvidó acudir al estadio), el Chelsea logró poner a los de Pellegrini en su sitio. Donde quería. Listo para morder.
Demichelis no cuajó y a Zabaleta se le hizo el partido eterno. El Chelsea cada vez funcionaba mejor y llevaba el peligro a la meta de Hart. Terry y Cahill comenzaron a salirse. Nemanja Matic demostró para que ha sido fichado. Si algo falla, Azpilicueta actúa en la sombra y también, las internadas de Ivanovic, muy activo y con mucho peligro durante la primera parte. De hecho, el gol fue suyo al cazar un rechace de Kompany.
Mención aparte para Hazard, eléctrico durante todo el partido, demostrando que es un pedazo de jugador que dejó muestras de su clase en buenos tramos del encuentro y que terminó siendo una verdadera pesadilla para la zaga del City. Ni Dios se acordó de Mata. Tampoco había razones para hacerlo.

Eso sí, le faltó al Chelsea matar el partido. Un mal que viene sufriendo durante toda la temporada. Ocasiones no le faltaron. El palo por tres veces y la falta de acierto en otras tantas, negaron el segundo gol a los blues, lo que hizo que el City despertara durante unos minutos de su letargo. Pero no pudo ser. Mourinho tomó el Etihad y sonreía.
La liga sigue apretada, con City y Chelsea con 53 puntos, a dos del Arsenal que lleva 55. Alabada sea la Premier, pues.

Álvaro Ramírez.
@alvarord83
@YoSeDeLaPremier