4-4-2 de toda la vida (vía marca.com) |
Pero la profundidad de los carrileros tiene su precio. El desbarajuste defensivo que puede acarrear una pérdida de pelota o posición de uno de los dos puede derribar ese muro de un solo plumazo. Y ahí es donde entran las famosas coberturas. Como antaño acuñó Jorge Valdano, “el fútbol se compone de sociedades”, decía. Debe existir una total compenetración entre el jugador que sube al ataque y el que debe cubrir el hueco que deja. Es la diferencia entre un equipo fuerte y otro a merced del golpeo contrario.
Día de partido en el Calderón (gif vía merianmi.wordpress.com) |
Las bandas bien cubiertas por las duplas Juanfran – Kobe y Luis Filipe – Arda. Un centro del campo amurallado al que no dudan en acercarse los ocupantes de esas bandas para la “falta técnica”. Todo ello sin olvidar que, parte del trabajo, ya lo hacen Villa y Diego Costa dando la noche al central de turno a la hora de sacar la pelota. Un reloj de arena convertido en maquinaria suiza. Pero una buena puesta en práctica del “sube que ya tapo yo” necesita de una excelente preparación física. El “profe Ortega” se ha encargado de esto y a fe que lo está consiguiendo. Al menos, de momento. Tal vez la Champions pueda pasarle factura pero, hoy día, atisbos de esto, pocos o ninguno. Un buen sistema de coberturas da aire a los jugadores. Economiza esfuerzos. Indispensable.
Pero las coberturas rutinarias o repetidas en exceso siempre pueden traer disgustos y de ahí que vuelva a la idea inicial: el sistema. Más que coberturas, el Atlético recurre a una lógica del balompié: juntar líneas. Sin espacios, el balón da igual. Con coberturas continuas, como dijo «aquél», alguna pueda pasar. ¿Si es determinante esas «covers» para ser colíder? El que suscribe ve mucho más importante esas dos líneas de caballería e infantería bien apretadas y dispuestas a salir al galope.Y los jugadores lo saben.