El pasado fin semana en el fútbol de segunda división de Inglaterra, más conocido como la Football League Championship, se presentó una insólita jugada donde el arquero de Watford FC, el español Manuel Almunia, intenta rechazar un balón que le regresa su defensa, con la mala suerte que esta golpea en la cara de Chris Wood, delantero de Leicester City, y se mete, recibiendo así el primero del 3-0 con el que perderían este encuentro. (Ver video)
Y es que aunque el clímax de este deporte es el gol, el trabajo del arquero es evitarlo, pero por impedir la máxima euforia del fútbol no saldrá por la puerta de atrás, al contrario, al detener esos balones con destino de red son ovacionados en cada encuentro, sus voladas de palo a palo los hace ídolos, los hace pieza fundamental al momento de elegir el once que saltará al gramado.
Gabriel Ochoa Uribe, el DT más ganador del fútbol de Colombia, manifestó alguna vez: “dame un buen arquero y dormiré tranquilo”
Por supuesto, tener un líder cuidando el arco da seguridad al técnico y el resto del equipo, pero al momento de un error, sus atajadas y todo su esfuerzo es olvidado, pasa a segundo plano y es juzgado por no salir a tiempo, por que se le resbaló la pelota de las manos, por no cortar bien el centro, por entregar mal el balón, etc.
Se sentencia a este dejando de lado lo hecho por los demás integrantes del equipo, como a Sergio Goycochea en el 5-0 contra Colombia, ¿o alguien se acuerda cuantos goles perdió Batistuta ese día?.
En el año 1989 Atlético Nacional de Colombia ganaba la copa más importante a nivel de clubes en Sudamérica y la selección de dicho país consigue volver a una copa del mundo después de 28 años de ausencia, todo esto de la mano de las atajadas del inolvidable René Higuita, quien un año más tarde fue criticado, señalado por perder un balón fuera del área que concluiría en gol de Roger Milla y la eliminación del mundial.
Y es que aunque la mayoría de los halagos se los lleve el delantero por sus goles o los volantes por sus perfectos pases profundos, no debemos olvidar la labor del portero, quien cada que ahoga el grito de gol del rival nos brinda una gran alegría como si el nueve de nuestro equipo hubiese vencido la valla contraria. Hoy quiero regalar estas palabras de aliento a todos estos valientes que se paran bajo los 3 palos sabiendo que el mínimo error los condenaría por el resto de su carrera y a pesar de esto asumen la responsabilidad de evitar el tanto del contrincante.
Ahí está el condenado arquero, teniendo que salvar el error del defensa que lo dejó mano a mano, o el del jugador que derribó el defensa dentro del área, teniendo que llegar al más lejano ángulo del arco para rechazar la pelota, pero sobre todo siempre dispuesto a poner el pecho.
Juan Durán Pardo (@JuanDuranPardo)