Seguramente Muñíz Fernández no tuvo tantas dificultades como algunos de nosotros anoche, para conciliar el sueño; después de sufrir, explotar de alegría y después sentirnos invadidos de impotencia y rabia. Pero hasta en las noches así, se consigue dormir; y Elche ha despertado hoy con resignación, incredulidad y con lo acontecido anoche en el Martínez Valero en boca de todos.

Habría que remontarse a las últimas hazañas de La Roja, para encontrar un momento en el que toda la prensa deportiva, nacional e internacional se unieran en una opinión conjunta sobre unos hechos; aunque esta vez fueran de un signo diferente. Muñíz Fernández y su escandaloso atraco, han vuelto a llevar la unanimidad a las opiniones de medios informativos de todo el mundo. Portadas y titulares, enfocados todos en la misma dirección, sin distinción de colores.

Pero teniendo en cuenta que las imágenes valen más que mil palabras; y que por mucho que redundemos en el mismo tema, los puntos que se fueron no van a volver…es inútil escribir más líneas sobre cosas que todo el mundo pudo ver. Yo prefiero decantarme por escribir sobre otras cosas que nadie puede observar a simple vista. Pero sí sentir, si se está lo suficientemente cerca para apreciarlo.

Hablo de las sensaciones y las ilusiones de miles de aficionados franjiverdes, que anoche vieron como más allá de los  enormes presupuestos, los desorbitados sueldos y las calificaciones en la revista Forbes; esa que dice que el Real Madrid es el equipo más valioso del mundo; nuestro Elche CF fue capaz de reducir a la mínima expresión el poder futbolístico de un grande; combatiéndolo con entrega, corazón y el poder de unos sueños, que al final otros se encargaron de romper en mil pedazos.
Nadie nos quitará jamás la sensación de recibir al Real Madrid entonando un sonoro Aromas Ilicitanos, al que le siguió otro improvisado en la segunda parte, cuando el equipo más lo necesitó. Muñiz Fernández no nos podrá robar la sensación de ver a casi 28.754 aficionados (y otros miles que lo vieron por televisión ), alentando los colores del equipo de una ciudad, por encima de otros que se extienden por todo el mundo. Ningún colegiado podrá despojarnos jamás, de ver a un Elche CF buscando el empate y manteniendo al todopoderoso encerrado en su propio campo; con Ancelotti dando entrada a Carvajal para que haga el doble lateral derecho con Arbeloa, tapando las subidas de Albacar y Fidel por banda izquierda. Y nadie podrá nunca hacernos olvidar lo que todos sentimos cuando Boakye volvió a regalarnos su don, para cabecear el balón al fondo de la portería que defendió Diego López.
Por todas esas cosas, el Elche CF y su afición ganaron un partido de antemano. El partido del ánimo, de la esperanza, de la comunión perfecta entre equipo y afición. El grito de una grada que clama al cielo que la suerte de un ligero cambio de rumbo, cuando los argumentos sean buenos, para demostrar que hay mimbres suficientes para logar el objetivo de la permanencia.
Tuvo que aparecer Muñíz, como dice la canción de The Passenger, «los sueños llegan muy despacio pero se van demasiado deprisa»; para desvanecer en un segundo lo que costó conseguir más de 90 minutos. Pero me quedo con la sensación de lo vivido ayer, con lo positivo. Estoy con Escribá cuando dice que «lo más importante es el trabajo de los jugadores y el apoyo de la afición». Y con lo que ya dijo Albacar después del partido ante Osasuna: «esto es muy largo y vamos a necesitar a todo el mundo».
Gracias equipo y gracias afición. No os rindaís nunca ni unos ni otros. Ellos serán los 11 que cada semana nos representen; y nosotros seguiremos estando a pié del cañón; aunque nos roben, etiqueten o maltraten; para seguir siendo siempre el número 12.
 

Fuimos y seremos grandes, no lo dudéis nunca.
Escrito por @david_jimenez3 en colaboración con @yosisedefutbol.