El Vicente Calderón cerraba su etapa con esta imagen. (FOTO: elespanol.com). |
Como si se quisiera parar el tiempo. Así llegaron al Estadio Vicente Calderón los miles de aficionados que domingo tras domingo llevan animando a su equipo sobre los cimientos de un lugar que ha sido testigo de momentos inolvidables. Testigo de ver como se derramaban lágrimas de dolor en la derrota y aún más lágrimas de emoción en la victoria.
Ayer, el cielo de Madrid amaneció gris y con un tono triste, pero ayer se resistió a llorar. No lo hizo porque sabía que ya lloró, y mucho, hace unos días, cuando a pesar de la derrota en Champions ante el Real Madrid, ninguno de los allí presentes derramó una sola lágrima por perder. Sus lágrimas ese día se mezclaron con las sonrisas de los que se sentían orgullosos de su equipo y su afición en el último día del Vicente Calderón en Europa.
Pero, ayer era diferente. Ayer, el resultado no importaba. Ayer, el cielo tenía que dejar que las únicas lágrimas que cayeran sobre la que ha sido la casa de muchos domingo tras domingo durante los últimos 50 años, fueran las lágrimas de esos corazones que han latido al son de las miles de emociones que ahí dentro se han vivido.
Ayer se unió la pena con la melancolía, el pasado con el presente, la tristeza con la alegría. Ayer, muchos sabían que era el último día que verían esas gradas teñidas de rojiblanco, unas gradas que ayer fueron más rojiblancas que nunca, si cabe. Ayer, se hacía duro abandonar el estadio. Ayer, nadie quería pasar por última vez por esos pasillos que llevan a su butaca habitual. Ayer, todas las fotos que se hicieran eran pocas. Ayer, nadie quería escuchar el pitido final. Ayer, cada gol se celebraba sabiendo que podía ser el último. Ayer, cada conversación llevaba consigo un recuerdo de lo que allí se ha vivido. Ayer, se cantaba cada himno de manera especial, como pretendiendo que cuando en ese terreno ya no haya ni gradas ni césped, se sigan escuchando sus estrofas. Ayer, desde las cinco menos cuarto de la tarde, solo se deseaba una cosa: parar el tiempo.
Hasta siempre, Vicente Calderón.