Este pasado nueve de diciembre se presumía uno de los días más importantes de la historia reciente del Atlético de Madrid. Se presumía porque se anunciaría el nombre del nuevo estadio colchonero. Se anunciaría y se anunció, Wanda Metropolitano será como a partir de 2017 llamen los rojiblancos a su nueva casa. Pero, sin embargo, lo que sorprendió a propios y extraños y lo cual está dando mucho de que hablar es el cambio también del escudo. Nadie imaginaba que lo que en el club anunciaban como “un acto de emociones fuertes” iba a contar con el cambio del emblema rojiblanco.
Un cambio que no ha gustado entre la afición colchonera. Y es que desde que se conocía la noticia muchas han sido las voces que se han mostrado en contra -la mayoría en redes sociales-. Será difícil acostumbrarse al nuevo oso y al madroño, será difícil acostumbrarse a la nueva silueta, pero a lo que no hay que acostumbrarse es a las rayas rojas y blancas, que llevan dando color al emblema colchonero desde hace casi un siglo. Es el momento de evolucionar, dicen desde el club, y el escudo es una parte de esa evolución. Como ya lo hicieron otros grandes clubes europeos como el PSG, el Bayern, el Arsenal y muchos otros. Y como hasta en 12 ocasiones se ha cambiado en la historia del Atlético de Madrid.
Hasta aquí la información, ahora la opinión. No seré yo quien haya visto necesario un cambio del escudo, no seré yo quien no piense que el club debería haber consultado con la masa rojiblanca, no seré yo quien esté a favor o en contra del nuevo oso y madroño, no seré yo quien piense si hay que evolucionar o no. Pero si soy yo, el que piensa que ningún cambio por muy radical que sea hará que se deje de querer al Atleti.
Por eso, a mi me da igual si cambian la silueta del escudo, si cambian la forma del oso y el madroño o si el estadio lleva el nombre de un patrocinador. Lo que realmente me importa es que sienta escalofríos de alegría cuando mi equipo gane, que sienta una profunda tristeza cuando mi equipo pierda, que sienta devoción por ver a padres e hijos de la mano para ver a su Atleti, que vea a mis jugadores dejándose la piel y que cada vez que vea cualquier cosa relacionada con el club que siempre he querido, me sienta afortunado de pertenecer a esa familia. Porque por encima de escudos, presidentes, jugadores y estadios están los sentimientos y el corazón, un corazón que late cada segundo de mi vida en una misma dirección, la del Atleti. Y eso, estoy más que seguro, que nada ni nadie podrá cambiarlo.