Es una evidencia que el balón es el gran protagonista del fútbol y que todo gira en torno a él. Para desgracia de algunos equipos, sólo existe un balón y cuando no lo tienes sólo te queda correr detrás de él y de los contrarios para intentar recuperarlo. La llegada de Cruyff al FC Barcelona convirtió al balón en actor protagonista como nunca lo había sido antes en la historia del club y lo cambió todo; su inercia perdedora en la inacabable comparación ante su eterno rival, la forma de juego, la filosofía. Hubo un antes y un después de Cruyff, de eso no cabe ninguna duda, ni creo que haya ninguna discusión. Guardiola estaba en aquel gran equipo que levantó la primera Copa de Europa del club, aquél título que era algo más que un premio, una recompensa; era una necesidad histórica e institucional.
El de Santpedorya ejercía de entrenador en su etapa como futbolista. Laporta corrió el riesgo y este se transformo en un cheque en blanco en forma de títulos en la etapa más exitosa de la historia del club. Del fútbol ofensivo y de toque del técnico holandés se pasó a una obsesión por la posesión del balón que lo convertía en algo innegociable. Cuando una receta futbolística se convierte en títulos tras el horneado, nadie discute, simplemente celebra.
Luis Enrique en un primer año plagado de éxitos (Foto Sport.com)
La llegada de Luis Enrique tenía ciertos paralelismos con la de Guardiola. Hombre de la casa (ocho temporadas en el equipo), capitán en su etapa como futbolista y relativamente poca experiencia en los banquillos. La salida del catalán había derivado en la presencia en el club de Vilanova y Martino en una línea claramente continuista pero con desgobierno y sin batuta directiva desde el banquillo, el primero a causa de su enfermedad y el segundo por permitir demasiada autogestión entre los pesos pesados de la plantilla. La labor del asturiano no fue fácil. La crisis de San Sebastián, en la que Messi, Neymar y algún que otro jugador importante del plantel no fueron de la partida, hizo tambalearse el nuevo proyecto a las primeras de cambio y las críticas de entorno y afición se sucedieron de forma alarmante. El final de la temporada ya lo sabemos todos, triplete histórico como en los mejores tiempos de Guardiola. Ahora, como ocurriera entonces, la forma no se discute, simplemente se vuelve a celebrar. Pero en frío, la temporada merece un mínimo análisis en lo que a aspectos tácticos se refiere.
¿Dónde termina Messi y donde empieza Luis Enrique? La “vuelta” del argentino se antoja fundamental para la brillante temporada azulgrana, no cabe ninguna duda de que su relación con el éxito es algo inevitable allá donde «la pulga» entre en contacto con un balón, pero despreciar el mérito del asturiano en todo esto sería absolutamente de necios. Esas rotaciones tan criticadas, especialmente tras algún que otro resultado adverso, han logrado que el equipo catalán sea el equipo más fresco a partir del mes de marzo de todo el panorama europeo. El equipo ha utilizado el balón parado como nunca lo había hecho en los últimos tiempos. Los problemas defensivos en esas situaciones que tantos goles habían propiciado en contra durante las últimas temporadas, han desaparecido y los saques de esquinaa los cuales se renunciaba en aras de la tan manida posesión del balón, han derivado en situaciones de estrategia ensayadas y en goles a balón parado con remates de Piqué, Mathieu y Messi por poner algunos ejemplos.
Celebración de uno de los tres títulos conseguidos (Foto Sport.com)
En cuanto a lo estrictamente táctico, el equipo azulgrana ha mantenido la presión y recuperación tras pérdida de balón que tan buenos resultados le había ofrecido en el pasado y además ha aportado variantes al juego ofensivo. La posesión no es primordial ni innegociable, se utiliza porque es patrimonio del club y porque tiene jugadores capacitados para tal fin, pero ahora aparecen en la palestra otras virtudes como son el desplazamiento en largo y las transiciones rápidas. Minimizar el potencial del adversario convierte al equipo en más débil y vulnerable. Un equipo grande debe adaptarse a cada situación concreta y a las capacidades del contrario para incrementar daños del rival y minimizar riesgos propios. La pelota como punto partida pero maximizando los recursos propios. El FC Barcelona se ha convertido durante esta temporada en un equipo mucho menos previsible y menos dependiente del balón, lo que supone un plus a un ya de por sí excelso potencial. Evidentemente en el fútbol no hay ninguna garantía de éxito, pero la diversidad a la hora de afrontar retos fortalece significativamente las opciones de alcanzar los objetivos iniciales de la temporada. Esto es algo destacable en el haber de Luis Enrique, quien a pesar de su fuerte personalidad y capacidad de liderazgo, ha tenido la suficienteinteligencia como para saber manejar un vestuario sin causar un perjuicio al colectivo, evitando decisiones conflictivas y sabiendo esquivar las trampas que han ido surgiendo a lo largo del camino.
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